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2010/11/05

El robot que vivirá en el espacio

Su lanzamiento ha sido pospuesto en cinco ocasiones (la última, este mismo viernes por un escape de gas en el tanque externo de hidrógeno líquido) pero cuando despegue, el transbordador más veterano de la NASA llevará en su última misión un singular tripulante.
Se llama R2 y es un androide. O mejor dicho, medio humanoide. Porque aún le faltan las piernas, aunque pronto las tendrá. De momento, Robonauta 2 (nombre completo) es un torso imponente de 160 kilos de peso, coronado por una inquietante cabeza dorada y equipado con 350 sensores, 30 procesadores, cámara de infrarrojos y 42 "grados de libertad" en el cuello mecánico y en sus múltiples articulaciones.
"Aunque aún no pueda caminar por sí mismo, R2 es un pequeño gran paso para la humanidad", sostiene Rob Ambrose, padrino de la criatura, al frente del Laboratorio de Robótica y Simulación de la NASA, que ha estado 15 años trabajando en el prodigio mecánico con un equipo de 25 ingenieros y en colaboración con la General Motors.
El destino ha querido que el bautismo del primer humanoide en el espacio coincida casi con la defunción del transbordador Discovery (el Endeavour se despedirá en febrero y el Atlantis acaricia la posibilidad de un último vuelo en junio). En cualquier caso, el robot viajará embalado y no conseguirá estirar sus poderosos brazos hasta llegar a la Estación Espacial Internacional (ISS). Una vez allí, se convertirá en su primer habitante a perpetuidad, presto a dar la bienvenida a sucesivas tripulaciones de humanos y a contarlo al mundo que a través de la red social Twitter,
Pregunta obligada antes de despegar: "¿Pueden los androides marcarse un paseo espacial?". La respuesta es "no", aunque todo se andará. La misión de R2 consistirá de momento en liberar a los astronautas de sus tareas más ingratas y mundanas, como pasar la aspiradora, limpiar los filtros o sacarle brillo a los asideros.
"Nos interesa sobre todo poner a prueba su interacción con los humanos y su funcionalidad en un espacio de gravedad cero", afirma Ambrose. "En un futuro inmediato le tenemos reservada misiones mucho más importantes. Esperamos que con el tiempo nos sirva para preparar el terreno al hombre en un asteroide o en Marte".

Un robot amigable

El Robonauta tiene una vista mucho más precisa y panorámica que la de un ser humano, gracias a cinco cámaras: dos de ellas estereoscópicas y una de infrarrojos, a la altura de la boca, con un sistema de sónar para seguir la trayectoria de los objetos en movimiento.
Su cabeza es en realidad un sofisticadísimo sistema de percepción, capaz de funcionar en los ambientes más hostiles y con gran autonomía, gracias a las baterías que viajan en su rutilante mochila dorada. El cerebro del Robonauta está en realidad en el estómago: desde ahí controla sus propios movimientos, que pueden ser teledirigidos por los astronautas en la estación espacial o desde el centro de control de la NASA en Houston.
Está diseñado y programado para aprender las tareas básicas de mantenimiento y poder realizarlas con el tiempo por sí mismo, como un robot adulto y sin necesidad de supervisión. Quince años han estado trabajando codo con codo los expertos en robótica de la NASA y de General Motors para completar el diseño del primer androide espacial, cuyo nombre remite necesariamente a la ciencia ficción... "Sobre el papel, R2 tiene mucho más en común con C3PO [en referencia a los robots de La Guerra de las Galaxias]", admite Rob Ambrose. "Con el tiempo, quizás, será capaz de emular las funciones de ambos".
"En cualquier caso, hemos querido que sea un robot amigable en la interacción con el astronauta, y en ese sentido su aspecto humano es fundamental. Está diseñado para trabajar anclado al brazo de la estación espacial y hacer reparaciones de gran precisión en el exterior. Queremos que sea una herramienta insustituible, un auténtico apéndice de los astronautas".
Por ahora, la tarea de R2 consiste en "ganarse la confianza" de la especie humana y en demostrar que es "seguro y fiable". Su versatilidad de movimientos es uno de los campos en los que confían avanzar los expertos en robótica de la NASA: la rigidez de los primeros diseños ha dejado paso a su habilidad para emular suavemente los movimientos del tai chi.

El Mundo

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