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2009/11/21

El sonido de la red

Fuente: La Vanguardia.

Millones de canciones, gratuitas o a un bajo precio y al alcance de un solo clic. Internet y las diferentes aplicaciones de intercambio musical están generando una revolución en la industria y en las costumbres de los melómanos. Nuevos tiempos, nuevos consumos y muchos claroscuros sobre el futuro de un sector que está obligado a reinventarse con celeridad si no quiere verse engullido por la piratería. ¿Cuántos discos ha comprado usted en lo que va de año? ¿Cuántos discos compró en el 2008? ¿Y en el 2007? Son preguntas cuyas respuestas por sí solas ponen en evidencia que las cosas están cambiando…para siempre.

El usuario de internet, el músico y las casas discográficas tienen ante sí un amplio abanico de posibilidades para consumir, promocionar y difundir música en la red, que están dejando en un segundo plano las vías tradicionales, como las tiendas, las radiofórmulas. Napster, Itunes, Last.fm, Allmusic, Mystrands, YouTube, Musicvictim… son sólo algunos de los programas y aplicaciones disponibles. Pero sobre todos ellos emerge, entre elogios, el invento de dos jóvenes suecos, Daniel Ek y Martin Loretzon, que un día optaron por conjugar el ciberespíritu de la gratuidad con el respeto por los derechos de autor: Spotify.

Una página web que poco a poco, sin publicidad, está convirtiéndose en algo habitual en la vida de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que utilizan esta aplicación tanto para escuchar de forma cotidiana música de su interés como para que haga de dj virtual en fiestas y celebraciones. Una revolución tecnológica que llega del frío y que no sólo seduce a amantes de la música, sino también a miles artistas y discográficas, cuyos ingresos disminuyen dramáticamente desde que en 1999 un joven norteamericano lanzara el programa de intercambio de archivos (P2P, "de colega a colega") Napster.

La industria está herida de gravedad: la piratería musical provoca unas pérdidas anuales de 8.000 millones al año. Un escenario que debilita el reinado en solitario del CD. En EstadosUnidos las ventas de discos bajaron en el 2008 un 14%, hasta los 428 millones, mientras que las descargas legales online ya representan el 35%del mercado musical y las previsiones apuntan a que en el 2010 las ventas on line igualarán al CD.

"¡Si hoy no estás en Spotify y Myspace estás muerto, no existes!", afirma con rotundidad Daniel Domínguez, batería del grupo Cuchillo, una de las jóvenes sensaciones del rock independiente español, y durante años director publicitario de una discográfica independiente con sede en Barcelona. ¿Pero cuáles son los secretos de Spotify? Es rápido, legal y sencillo de utilizar. Su diseño minimalista y ordenado permite al navegante, experto o no, bucear en un amplio catálogo de seis millones de canciones (puedes encontrar desde un aria cantada por María Callas, lo último de Madonna o canciones de una joven banda de folk irlandesa), que aumenta a un ritmo de 10.000 por día y escuchar en streaming on line, es decir, sin descargar el archivo, el tema seleccionado. Además cuenta con numerosas reseñas y críticas a cargo de la prestigiosa All Music Guide, lo que permite al usuario conocer numerosos detalles sobre el artista o la canción que se dispone a escuchar. Una página inspirada en las radios on line y que ya ha firmado acuerdos con multinacionales como Universal, Sony BMG, Emi Music, Warner BROS además de con 20.000 discográficas pequeñas e independientes. Spotify ya cuenta con más 4 millones de usuarios en España, Reino Unido, Francia, Suecia, Finlandia y Noruega, los únicos países donde en la actualidad funciona la página, y última con mimo su esperado desembarco en EstadosUnidos.

Nadie o casi nadie osa en estos momentos discutir la revolución desatada por Spotify. Su aportación más importante, más allá del porvenir empresarial que le espera, es que está generando un cambio de mentalidad que hasta hace poco parecía una simple utopía en los moradores del ciberespacio: descargarse archivos, atiborrar tu disco duro con miles de canciones en formato MP3, es el pasado. "El futuro está en el acceso a las canciones, no en la propiedad", ha declarado Daniel Ek, que vive ahora a caballo entre Estocolmo y Londres, y que asegura que su objetivo inicial al lanzar Spotify fue el de "ayudar a tanta gente como sea posible a escuchar todo tipo de música, cuando y donde quiera".

El éxito los cogió por sorpresa. Ahora ven como su modelo de negocio puede ser la tabla de salvación de un sector musical que vive en constante convulsión. Los cambios en la red se producen a velocidad sideral creando nuevos hábitos de consumo. Uno de los más significativos, y que está afectando incluso a la mentalidad de los artistas, es que la música entre los más jóvenes se escucha canción a canción, como una unidad, y no álbum a álbum. Durante décadas los músicos componían sus discos como una "obra total", concebida como un viaje sensorial con principio y fin. Hoy la facilidad y rapidez para acceder a miles de temas está provocando que la música se consuma tema a tema.

Jorge es un joven estudiante de Derecho que, en pocos años y casi gratis a través de las descargas, ha conseguido tener una biblioteca musical con miles de referencias, desde bandas británicas de punk de los 70 hasta el último hit de los imberbes Artic Monkeys. Y todo ello sin pisar prácticamente una tienda de discos. "Generalmente escucho un tema en la radio, o en alguna revista especializada, o me lo recomienda un amigo: si me interesa lo busco por internet y me descargo la mayoría de sus temas; cuando me gustan mucho a veces me compro el disco", señala Jorge. Su caso es una pequeña muestra de ese cambio en los hábitos.

Una nueva forma de acercarse a la música que no sólo es exclusiva de los jóvenes que han crecido con internet. Ahí esta el caso de Luis, arquitecto de 31 años, y bajista en una banda de pop, quien posee una colección de más de 4.000 discos originales. Luis hoy se sigue informando de las últimas novedades mediante programas de radio, revistas especializadas, blogs…, pero ha dejado de acudir con asiduidad a las tiendas: prefiere comprar música por internet. Ahora recuerda con cierta melancolía cómo en la década de los 90 el acceso a la música era un proceso mucho más lento y caro, pero también más romántico, al ser una suerte de viaje de iniciación y evolutivo. "Ojear, pasear por las tiendas de discos del centro de la ciudad a la caza de una rareza, hablar con los dependientes, dejarme seducir por una portada llamativa…", señala. "Ahora cuando quiero un disco lo compro por intenet al precio más barato posible y en una semana lo tengo en la puerta de casa; y cuando simplemente quiero escuchar una canción o un disco, alguna novedad que me interesa poco, lo descargo en MP3 o entro en Spotify". Aunque reconoce que de vez en cuando no puede evitar volver a entrar en una tienda y pasarse horas buceando entre viejos vinilos y CD.

Las tiendas, los vendedores, los críticos musicales, las radiofórmulas están dejando de ser los únicos referentes a la hora de fijar tendencias, de elevar a los altares o hundir en los infiernos a un grupo o artista. El canon musical se diluye. ¿Mayor democracia musical? Quizá. Es un debate que divide a los artistas. Algunos aplauden este proceso y aseguran que es la mejor manera de acabar con la "tiranía" de los grandes sellos y sus costosas campañas publicitarias. Otros, en cambio, alertan de que se corre el peligro de que lo vulgar compita con lo sublime.

Una falta de referentes que ya está provocando que el mercado y los medios de comunicación estén excesivamente pendientes de modas y tendencias que, a posteriori, resultan ser efímeras y de corto recorrido. Lo cierto es que las discográficas están cambiando sus estructuras y diversificado sus líneas de negocio centrándose en la obtención de beneficios a través del merchandising de los grupos, la promoción… Madonna, por ejemplo, ha cedido toda su explotación, conciertos, ventas de material, explotación de imagen, a una sola empresa. Los artistas pisan de nuevo los escenarios al ver como sus ingresos por ventas de discos caen en picado. Ante ello, la mayoría de las bandas está colgando gratuitamente en la red sus nuevos temas como modo de promocionarse y dar a conocer su trabajo. En este proceso la red social Myspace, que ofrece a los músicos perfiles especiales (pueden colgar hasta 6 temas en MP3), desempeña un papel decisivo. Esta red social, la más grande junto a Facebook, hace unos meses firmó un contrato con las grandes majors (EMI. Sony…) para que sus usuarios puedan escuchar, organizar, compartir y comprar miles de canciones de grupos que cuentan con un perfil propio en la página. Un modelo de negocio basado en tres pilares: descargas, publicidad y productos relacionados.

Daniel Domíguez, batería de Cuchillo, considera básico Myspace como herramienta para la presente y futura industria musical. "Ha conseguido abrir el mercado, lo ha democratizado: la relación entre los artistas y sus seguidores es más estrecha", señala. Para Daniel, un grupo o está en Myspace o está muerto: "Es la mejor herramienta para promocionarse, muchos grupos ya funcionan de forma autónoma con su Myspace; lo utilizan para dar a conocer su música, negociar con promotores, vender discos, aunque no creo que esté cambiando nuestra forma de componer, por suerte".

El próximo movimiento en el sector está en la telefonía móvil. Spotify ha cerrado un acuerdo con Apple para que los usuarios de Iphone accedan a una versión de la página. Habrá más. El Financial Times ha avanzado que Apple está trabajando en un proyecto apodado Cocktail que busca reinventar el disco con un nuevo formato que aúne la canción y la información por escrito (entrevistas, críticas…) y el vídeo. Por su parte, Google acaba de lanzar un servicio musical en EE.UU. que ofrece la posibilidad de escuchar fragmentos (30 segundos) de canciones y de comprarlas a través de su plataforma asociada, Lala, y también de ILike y de MySpace. Movimientos empresariales, cambios en el consumo, mayor autogestión de los artistas… La revolución está en marcha y no parece tener fin. ¿Cuál será el siguiente paso?

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